Cuando cerraba los ojos, no recordaba nada de ese verano;
sólo un aliento de oro y su anillo calentado;
y además, la espalda desnuda, ancha, tostada, de un campesino
...................................................................................................joven
que entrevió tras los sauzgatillos - a las dos de la tarde,
al volver del mar - olía en torno a vegetación quemada,
A la misma hora se oyeron la sirena del barco y las chicharras.
Las estatuas, desde luego, se hacen mucho mas tarde.
Yannis Ritsos, Paréntesis/Testimonios I, Icaria Poesía, Román Bermejo (trad.), 2005
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